miércoles, 25 de enero de 2012

"La chispa"

Ayer vi Sex and The City 2. Muchos pensarán "¿y a mí qué orto?, pues bien, mientras disfrutaba muy emocionada de mi película -la cual veía por segunda vez después de estrenada en el cine-, noté -muy aparte de la belleza de los atuendos- lo real que se puso la trama esta vez en comparación con Sex and The City 1, o mejor dicho, me aventuré a observar lo parecida que se me hizo la protagonista, y su relación con Mr. Big, a la mía.

Empezaré, pues, a explicar con detenimiento, dado que es muy posible que pocos siquiera sepan de qué chucha estoy hablando.

La situación va así:

Carrie es la protagonista. Una flaca afanadasa con la moda, con sus amigas, su trabajo y su vida social. Afanadasa, sobre todo, con una cosa en especial: encontrar al flaco ideal

En el transcurso de la serie (sí, porque Sex and The City era originalmente una serie), sucede que conoce a John Preston, mejor conocido por todos los hinchas de la serie como Mr. Big. Carrie y Big se enamoran, pero Big es de esos hombres que.. ¿cómo lo diría sin que suene feo?... le "teme al compromiso". No solo eso, es mucho mayor, con dos divorcios es su hoja de vida, un ex pendejo y sabelotodo. A pesar de todos los intentos -casi desesperados- de Carrie, Big parece que no querer salir de su postura de informalidad, lo cual finalmente termina separándolos.

La protagonista conoce y se involucra con miles de flacos más y Big hasta se llega a casar, pero eso no es lo importante -ni tampoco el hecho de que Big le sacara la vuelta a su esposa con Carrie y esta a su novio Aiden-, no, lo importante es que por algún motivo cósmico estos dos parecen volver a toparse una y otra vez, y otra vez, y otra vez...

¿Cómo termina? La serie termina con Big "rescatando" a Carrie de una relación infeliz con un tipejo ruso que tenía aún menos tiempo para ella que el que Big le otorgaba. Todos felices hasta la primera película de Sex and The City, en donde John y Carrie acuerdan casarse para que finalmente este la deje plantada en el altar. ¿Lindo, no?

Bueh, esa película terminó "bien". Finalmente sí se casaron y vivieron... vivieron... vivieron... Acá es donde llega la segunda entrega de las películas de Sex and The City -y la que más me importa-. Carrie y Big ya llevan dos años de matrimonio "feliz", cuando en eso la Sra. Preston empieza a sentir eso a lo que nosotros llamamos rutina.

Big, siendo un tipo de lo más buena onda, se siente hasta el culo de ver que no está haciendo a su esposa feliz. Pero, ¿Qué es lo que necesitaba Carrie para ser feliz? Según la protagonista, ella necesitaba "la chispa".

Y acá es donde termino de hablar de esa película para empezar a hablar de por qué, a pesar de creer que Carrie Bradshaw, perdón, Preston, es una perra de las únicas, me identifiqué tanto con su personaje: LA CHISPA.

Llegan esos momentos en toda relación en la que una se siente encasillada, como que no va para adelante, ni va para atrás. Sin importar cuantos te quiero se digan el uno al otro -y cuan cierto sepan que esto es- si no hay esfuerzo, no hay ganancias. Esa es la verdad de la situación.

Dos días a la semana

Llegó una parte en la película en la cual Big le propone a Carrie no verse por dos días enteros dentro de la semana. "¿No te gustaría tener ese tiempo para hacer tus cosas?". Carrie, ocultando de alguna forma su descontento le atracó al hombre. Fue corriendo donde sus amigas y haciéndose la superadasa -y acá me identifico aún más- les contó de su nueva regla. Una de ellas la miro con tristeza y le dijo: "¿No te lastima que elija pasar ese tiempo solo que contigo?". Carrie se quedó callada.

La entiendo, en realidad, porque a pesar de sentirse una perdedora por aceptar cosas que no le gustan en miras de un futuro más alegre con quien ama, se mantiene firme ante los demás. Nada pasa acá.

Por supuesto que esa regla absurda propuesta por Big no funcionó, y como todos los que hemos visto la serie conocemos la naturaleza perruna de nuestra amada Bradshaw, no fue de sorpresa que al reencontrarse con su ex, Aiden, se dieran un chape de aquellos.

Les contaría el final, pero recordemos que es un filme hollywoodense hecho para un público femenino recontra arrecho.

La chispa

Siempre me consideré de esas flacas que con las cosas simples de la vida se conformaba para ser feliz. Error. Resulta que me gusta que me engrían, que me salgan con detallitos monses y que me digan que me quieren todo el puto día. Es por eso que a veces no puedo evitar ponerme triste al ver que sin importar cuánto lo intente, no veo la chispa esa de la que la Bradshaw hablaba.

Lo que pasa es lo siguiente: Hombres detallistas, ya son contados con los dedos de una sola mano. A mí me tocó uno de puta madre, que amo como mierda, pero que tiene un defectirijillo: no está en esa mano. Duele a veces sentir que no hay interés de la otra parte. Claro que yo sé que no es así; interés hay de sobra y es solo que esa es su manera de ser y bla bla bla. Bacán, pero jode igual. ¿Qué hacer, entonces?

Por ahí quizás hemos escuchado esta frase:

"A veces esperamos tanto de los demás porque sabemos que nosotros estaríamos dispuestos a dar mucho"

No por las puras dicen los abuelitos que a una mujer se le tiene que enamorar todos los días, y no por las huevas nos cuentan las abuelas que al hombre se le conquista por el estómago. 

Por mi parte, me meteré a un cursillo de cocina. Yo no sé ustedes.

2 comentarios:

  1. que fácil para ti,
    que difícil para tu chico...en dónde se matricula para hacerte feliz, caray!

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