miércoles, 16 de mayo de 2012

El Cohete Espacial

*BUM* *POW* PIUF*

Cuando por allá en los años noventas existía todavía mi muy querida Feria del Hogar, mis padres, que aún seguían juntos, tomaron la decisión de que debíamos comprarnos una cocina nueva y moderna. Para esto aprovecharon las ofertas buenazas que una de las carpas de la Feria les ofrecía, y así, en no recuerdo realmente cuántos días, fue que llegó a mis manos un tesoro que jamás olvidaré: El Cohete Espacial.

Si no me equivoco tenía 5 o 6 años, y la cocina me la pasaba por el poto. Pero lo que mi pequeña mente infantil no pudo ignorar fue el envase que contenía a la cocina nueva. Era grande, "cuadrada" y marrón beige. Olía a nuevo y era lo suficientemente espaciosa como para que alguien de mi tamaño y contextura entrase. En pocas palabras: era mágica.

Mi hermana mayor y yo nos adueñamos por completo de la caja. Jugábamos a que una entraba y la otra la movía intempestivamente. Dentro de la caja se sentía como terremoto, pero no me daba miedo. Gritaba como loca de la emoción. A veces solo me metía porque sí y me quedaba un buen rato pensando historias dentro de las paredes.

No sé exactamente cuanto nos duró la felicidad de la caja a mi hermana y a mí... creo que al final de cuentas terminó rotísima porque verdaderamente le sacábamos la mugre. Fue, quizás por unos meses, mucho más paja que llegar después de clase y prender la tele. Como lo dije antes: era mágica.

Mucho tiempo ha pasado desde que gocé a morir con mi caja de cocina. Mi hermana y yo ya crecimos y dejamos ese tipo de aventuras a un lado; y, sin embargo, hace unos meses, cuando mi vieja decidió que por fin era hora de cambiar nuestra cocina de Feria del Hogar, llegó a mí un nuevo electrodoméstico con una caja aun más grande y gruesa que la anterior. También olía rico y fácil que cabía adentro -no he crecido mucho desde los 6, la verdad-. El señor que vino a dejarla instaló la cocina, me hizo firmar un papel de "recibido" y finalmente me preguntó: "¿Quiere que le deje la caja?". "No", le respondí.

Mientras le cerraba la puerta recordaba a mi caja vieja, a mis juegos de chibola monce, a la Feria, a mi hermana, y sobre todo, a mi niñez.

2 comentarios:

  1. Hermoso post!!!! en verdad esas historias de la infancia son WOW!!! preciosas!!

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    1. Gracias <3 Tengo miles como esas. Igual de mongolonas, claro, pero qué importa: ser niña en los noventas fue bello :)

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