jueves, 29 de diciembre de 2011

Chico de mi barrio

Sucedió en invierno del 2009 -vacaciones bimestrales para los chibolos, enclaustre para los que ya dejamos esas épocas escolares- cuando me dirigía hacia mi centro estudiantil -o sea, CEAM-. De repente, por mi cabeza, pasó la brillante idea de ver al cielo. Me asomé por mi ventana y voilà: "¡mis ojos! ¡mis ojos!". Una mano que subía y bajaba: primero lento, después muy rápido, después lento de nuevo; y, que acariciaba un objeto erguido y color rosa pálido.

Explicando mejor el caso:

En esos tiempos, mi cerebro virginal aún no procesaba con exactitud la situación. Quisiera creer que fue mi "inocencia" lo que me hizo pensar que tal vez ese mocoso estaba jugando con su play station nuevo, o con esa cosita hermosa que todos conocemos como Nintendo Wii. No solo eso, sino que por esos años me rehusaba por completo a usar lentes y no veía nada a menos que estuviese a 5 centímetros del objeto.

¿Qué hice, entonces? Me acerqué más a la ventana.

Fue ahí que pude distinguir lo que estaba sucediendo: Mi vecino, de 17 años, el que vive frente a mi edificio y tiene la ventana de su cuarto apuntando directamente hacia la mía, estaba ahí, echado en su cama, pajeándose.

¡Qué bonito, señores, qué bonito! Un pequeño adolescente arrecho jugando con su pequeño "gran" amigo. La vida es bella, de eso no me quedan dudas. Todo lo que pensaba en ese instante era: Pene, pene, pene, pene, pene, pene, pene...

Me traumé. Jamás en toda mi puberta vida había sido testigo de tal acto. Giré la cabeza, me acerqué a mi escritorio, cogí mis cosas y bajé las escaleras prácticamente corriendo. Salí de mi edificio -que queda exactamente frente a su casa-, miré hacia arriba -hacia su ventana- y lo primero que se me pasó por la mente fue gritar: ¡PAJERO!

No lo hice.

Bajé la cabeza, miré de frente y caminé. Creo que no hubiera sido justo para él; después de todo, era su "momentito de placer". Quien diga que nunca se ha pajeado, que tire la primera piedra.

Ya han pasado dos años del "incidente" y aún veo al flaco desde mi ventana (NO PAJEÁNDOSE, aclarando). Está más alto y menos pelucón, pero asumo que igual de arrecho. Por mi lado, no creo que vuelva a asumir que si veo a un broder echado en su cama, con el pantalón abajo y moviéndo su mano de una forma frenética, sea porque está jugando con su Wii. 

No quería terminar este post monse, sin dedicarle a ese pequeñín una canción que me brota del alma. Enjoy:

Tormenta - "Adiós chico de mi barrio"

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...