viernes, 17 de agosto de 2012

No seré tu Yoko Ono

Cuando todavía era una loner vagando por el mundo sin esperanza de encontrar a algún ser humano de sexo masculino capaz llenarme hasta el cerebro de semen y risas, pensaba que de hallarlo sería una novia ejemplar. Fiel a mi estilo -hasta ese momento- práctico, quería ser de las que no se ponen celosas, de las que no se histeriquean porque no las llaman, de las que hacen su vida y solo muy de vez en cuando se ven con el macho y, por supuesto, de las que no hostigan; de las que dejan libre a la otra persona, lo dejan ser. Lo dejan masturbarse en privacidad, ver películas solo, ir de compras con su mami y, claro esta, como ser social que es, salir siempre con sus patas.

No digo que a estas alturas del partido mi forma de ser haya cambiado en un 100%. No soy una "overly attached gilrfriend" si eso es lo que dejé a entender con mi pequeña introducción. Soy una flaca que se ha "asencillado" en sus maneras, pero que no ha podido evitar tomar ciertas conductas cliché de la típica enamoradita.

¿Qué hace que una caiga en este abismo? Dudo que amor sea la respuesta. Pero yendo al punto, lo que quiero expresar es mi falta de interés por convertirme en una de esas flacas posesivas a la cual todos los amigos del flaco terminan detestando.


No seré la Yoko Ono en la vida de mi flaco ni la de sus amigos. Es más, sé que no lo soy. Soy de las que incentivan las salidas individuales, las que preguntan "¿qué tal tu amigo tal?", las que proponen  reuniones entre patas. 

No soy Yoko Ono. Me esmero por caerle bien a todos sus "chocheras" e invitarles puchos. Me afano con la vestimenta en las saliditas para no desencajar. Hasta me río de sus chistes (y eso que casi nunca me dan risa).

No soy Yoko Ono. Yo no vine a desbaratar amistades ni a robarme a un miembro de la pandilla basura como si fuera un pedazo de pan que te puedes encaletar dentro de una bolsita de Wong.

No soy Yoko Ono. No me hago la mustia con mi cara de buenita; hablo lisuras, les hago la taba con los tires y hasta me presto para la cochinada.

No soy Yoko Ono. Lo quiero y él me quiere a mí, pero también a ustedes; por ende, los respeto.

Tómense sus chelas, salgan a vagar, conversen de huevadas que no entiendo -y posiblemente nunca entenderé-; rajen de las flacas, hablen de porno, de videojuegos, de películas western. Normal. Yo no pido nada; bueno, pido solo una cosa: Por favor, no me lo inciten a la infidelidad. Porque con toda honestidad, por más "fresh" que sea, hay algo que no ha cambiado en mí, y eso es mi inseguridad.

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